"...Quiero quedarme en medio de los libros/ en ellos he aprendido a dar mis pasos/ a convivir con mañas y soplidos vitales / a comprender lo que crearon otros / y a ser por fin este poco que soy." Mario Benedetti

jueves, 23 de febrero de 2012

Book's revolution!!


La situación se hizo insostenible.
Los libros, hartos de que nadie les tocara, aquejados de un ataque de alergia a los ácaros y, lo que es peor, de soledad, saltaron de las estanterías a las mesas, hicieron estallar cristales en las manos de la bibliotecaria y amenazaron con intensas sacudidas de polvo a los usuarios, que nunca les leyeron.
Un smog contaminante flotaba en la biblioteca del Dos Mares y se iba convirtiendo en bruma esperanzadora para los libros rebeldes. Cansados de mostrarse e insinuarse, de buscar una mirada de compasión tras las puertas de cristal, se lanzaron al sacrificio. Luchaban por la libertad, por recuperar su razón de ser libros. Por fin fueron tocados, se excitaron al roce de las manos que los tiraban al contenedor. Lejano y último placer.

Agunos morían soñando en convertirse en otros libros, en contar otras historias y volver a ser leídos. (Estéril la historia no leída, la idea no contrastada ni contradicha). Enciclopedias de dinosaurios, manuales de anatomía, historias de amor... salieron a flote, supervivientes del biblioterremoto. Anuarios estadísticos. Manuales de sistemas informáticos que ya no existen. Colecciones de literatura juvenil, que habían envejecido al tiempo que unos profesores, que antaño las devoraban. Cuadernos de "innovación" pedagógica con teorías trasnochadas. Todos fueron cayendo y, con ellos, caía ese muro que existe entre nosotros y el libro.

Los libros -los intocables, los sagrados- se mueren por ser manoseados, se exhiben con la secreta esperanza de que algún pillo los guarde debajo de su chaqueta y les permita sentir el palpitar de su agitado corazón.

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